Una nueva pesadilla para los suizos
LOFT WatchesEl nuevo arancel del 39% que Trump pretende aplicar a los relojes suizos amenaza con sacudir al mercado más importante de la industria. Un golpe inesperado que obliga a analizar sus consecuencias y posibles salidas para una relojería ya tensionada.
Esto parece ya una película de terror. Cuando creíamos que la guerra arancelaria era cosa del pasado y el comercio internacional volvía a respirar tranquilo, llega un nuevo giro. Con un acuerdo reciente entre Estados Unidos y la Unión Europea, los suizos se mostraban esperanzados. Pero ya deberían saber que con Trump nada es lo que parece. Sin previo aviso, anunció un aumento de los aranceles sobre productos suizos importados a Estados Unidos, elevando la cifra a un 39%. Son ocho puntos más que los ya abultados aranceles presentados en abril, en plena temporada de Watches and Wonders.
¿Qué pasará ahora? Estados Unidos es hoy el mercado más importante para las exportaciones de relojes suizos. Ha dejado atrás a China, la Unión Europea y Japón, con un consumo que parece tener un apetito insaciable por estas pequeñas maravillas de muñeca. Un arancel de 39% podría poner de rodillas a la industria, aunque es clave analizar las implicancias reales y las posibles salidas a una medida tan dura. Primero, en Estados Unidos no existe una industria relojera significativa que proteger. Hay manufacturas pequeñas, relojeros independientes y marcas como Oak & Oscar o Weiss que destacan, pero en ningún caso un aumento así provocaría una sustitución masiva de relojes suizos por productos nacionales. La diferencia esencial de estos relojes está en el prestigio y el origen de marca, algo que no se puede replicar fácilmente fuera de Suiza.
Segundo, un arancel de 39% no implica necesariamente un alza idéntica en el precio de venta final. Con un mercado que ya se muestra débil —o tibio en el mejor de los casos—, pensar que el consumidor absorberá el aumento completo es poco realista. En la práctica, parte del arancel lo asumirán las fábricas, una porción mayor los distribuidores y minoristas, y una parte menor el cliente final, con las marcas suizas aplicando políticas de precios para mantener la paridad entre regiones. Esto podría generar listas de precios distintas para Estados Unidos y el resto del mundo, incentivando el turismo de compras de los estadounidenses y beneficiando al mercado secundario y primario local. Sin embargo, a largo plazo podría reducir la competitividad de los minoristas norteamericanos en el segmento de lujo.
Tercero, es probable que la jugada de Trump busque forzar una negociación. Los suizos, en general, son proclives a sentarse a conversar. Aunque es probable que se mantenga un arancel, difícilmente el 39% será definitivo; una cifra cercana al 15% parece más plausible. Este porcentaje podría mejorar la balanza comercial estadounidense sin generar una crisis total para la industria relojera suiza, especialmente para las marcas más grandes, que podrían absorber ese costo sin mayores problemas.
La lección aquí es clara: diversificar mercados y esfuerzos de marketing es vital. Ya lo vimos con Longines y Roger Dubuis, que apostaron fuerte por China y sufrieron cuando su economía se contrajo. Marcas como Rolex, Omega y Cartier probablemente sortearán bien esta tormenta en su mercado principal, pero las del segmento medio —Tissot, Longines, Hamilton, TAG Heuer— dependen de mantener una relación precio-calidad atractiva, y una caída en las unidades vendidas afectaría directamente sus resultados. Todo esto en un 2025 donde los tres grandes grupos (Richemont, Swatch y LVMH) ya vienen sufriendo.
Son tiempos turbulentos para la relojería. El consuelo, si se puede llamar así, es que esta parece ser una situación aislada y no una crisis estructural o un error autoinfligido, como tantas veces en el pasado. Lo más probable es que las marcas aguanten lo que queda del mandato presidencial actual con paciencia y prudencia. Con un nuevo gobierno, republicano o demócrata, podría volver la apertura comercial y reducirse los aranceles, o al menos estabilizarse para permitir una planificación consistente. Mientras tanto, no queda más que observar cómo avanza esta telenovela y consolarse con que, si Estados Unidos recibe menos stock, mercados más pequeños como el nuestro podrían ver una mayor asignación de piezas que antes estaban destinadas a ellos.