250 años después: La paradoja Breguet

Breguet cumple 250 años con un reloj impecable desde lo técnico pero desconectado del presente. Una marca que inventó el tourbillon, hoy parece vivir en un eterno homenaje a sí misma. ¿Cómo se explica que una de las casas más influyentes de la historia siga fuera del radar de los coleccionistas contemporáneos?

Vamos directo al grano. Breguet lanzó cuatro relojes para celebrar sus 250 años de historia. El más sencillo se llama Classique Souscription 2025, y aunque el nombre promete una vuelta al pasado, lo que obtenemos es más bien un recordatorio elegante de lo desconectada que está la marca del presente. Caja de oro Breguet de 18 quilates y 40 mm de diámetro, calibre VS00 de cuerda manual con cuatro días de reserva de marcha, esfera de oro esmaltado grand feu en blanco con números Breguet pintados a mano, y una única aguja central para indicar la hora. Sí, una nomás. Porque para celebrar 250 años de innovación, Breguet decidió eliminar la aguja de los minutos en honor a su primer reloj de suscripción del siglo XVIII, que también usaba una sola aguja. Es decir, un homenaje histórico elegante, pero que en 2025 se lee como un reloj de sol con IA. Técnicamente bello, sí. Emocionalmente, no tanto.

La paradoja Breguet

Y no es que el reloj sea malo, todo lo contrario. Es una especie de poesía neoclásica en miniatura. Pero el problema es justo ese. Es como una gran película de cine fuera de cartelera. Mientras otros hacen relojes que conectan con arquitectos, diseñadores, fanátícos de los autos, coleccionistas jóvenes y entusiastas del presente, Breguet parece convencido de que con adornos y esmalte es suficiente. Pero la industria está en otra pará. Hay cajas integradas, ultra ligeras o delgadas, colores infinitos, proporciones muy estudiadas, storytelling afinadísimo, y —aunque no nos guste mucho— relojes que se agotan en menos de un día. ¿Cuántos memes viste este año sobre un Breguet? Exacto.

La paradoja Breguet

Lo que duele no es el desliz, es la contradicción. Porque si hay una marca que nació para romper esquemas, fue precisamente Breguet. El bueno de Abraham-Louis fue un visionario. Inventó complicaciones fundamentales, coqueteó con la ciencia y la nobleza por igual, y dejó una marca indeleble en la historia de la relojería. Hoy, sin embargo, su descendencia horológica se dedica a hacer cosas con el mismo impacto de un restorán que hace “comida molecular” veinte años después de El Bulli. La innovación no puede ser un recuerdo. Y la grandeza pasada, cuando se convierte en rutina, huele más a museo que a manufactura.

La paradoja Breguet

¿Y qué podemos decir de este reloj aniversario? Una edición limitada a 250 piezas, con el calibre VS00 con escape de silicio, volante Breguet, platina decorada a mano, y el nombre del fundador grabado. Es un homenaje correcto, pero que no genera deseo. Puede que entusiasme a un puñado de puristas (o a quienes lean Hodinkee religiosamente), pero ¿emociona a alguien menor de 50? ¿Provoca conversación, asombro, una lista de espera de 3 años? Difícil. Es como recitar un poema en latín cuando todos están bailando el insoportable reggaetón. Puede ser hermoso, pero no pasa en este contexto. La emoción que debería provocar se disuelve como “lágrimas en la lluvia”…

Ojalá este cumpleaños marque algo más que una torta fancy y esmalte grand feu. Ojalá Breguet mire menos al espejo y más por la ventana. Porque hay cosas que sólo una marca como esta puede hacer. Pero tiene que querer. Y para eso, hay que despertarse del letargo, sacudirse el Luis XVI interno, y preguntarse en serio qué significa ser relevante hoy. Que no se te olvide, Breguet, tú fuiste el futuro. Y el futuro se parece cada vez menos a ti.

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